jueves, 17 de enero de 2008

Los remates y otras cosas

Antes de ayer, miércoles, fui a un remate. Ayer jueves fui a otro.

El del miércoles era mi primera incursión en ese ambiente. Fui acompañando a un conocido que quería comprar un aire acondicionado, que en definitiva compró. Yo no osé levantar mano ni hacer ademán para ofertar por nada porque no tenía dinero, y porque no iba en busca de nada. Así que mi incursión fue de puro curioso.

Igualmente, los artículos del restorán que se subastaban eran deprimentes, en un estado muy deteriorado, todo el ambiente era muy sucio, la mugre de la cocina era algo que repugnaba, al pensar que hasta no hace dos semanas los dueños seguían sirviendo a sus comensales con condiciones tan antihigiénicas.

El ambiente ese me bajoneó un poco, pero indirectamente.

Ayer, con el 2º remate que iba a ver, al observar que lindas cosas que había, lo bien conservadas que estaban las heladeras, y la pulcritud de la cocina, me conforté en parte. [hay que entender que el remate de ayer era de esos tipicos restoranes que abren para fundirse enseguida].

Mi impresión del remate que fui en segundo lugar me hizo arribar a la mente un pensamiento, o más bien una situación análoga:

me sentí como esos pendejos de 14 años que los llevan a un cabarulo de mala muerte a debutar, y que para el segundo polvo, con la cabeza un poco más fria, sin ninguna inercia, con premeditación, caen en un puterío donde las minas tienen todos los dientes, y donde el baño tiene luz y no exhala ese vaho de coito fermentado... y obviamente quedan deslumbrados ante el cambio en su concepción.

Así me sentí hoy.

1 comentario:

Catnip dijo...

Amo el remate de mi barrio...

Pero siempre voy sin plata, porque sino me compro cosas estúpidas. Ya me compré un loro en su jaula y un ancla.

:)