martes, 1 de enero de 2008

La filósofa del Mc Donalds

Paso a contar un episodio que me hizo acordar de la muy querida página Me quiero morir.

Voy a comprar un helado al Mc Donalds de Pza Italia, y la chica que atiende en la sección de postres que da a la calle, al verme, se sonríe. Yo le pregunto qué era lo que le pasaba, y me dijo que tenía una camisa muy buena, que no se suele ver (efectivamente, mi Levi's rosada onda cowboy de secreto en la montaña es poco usual).

Anonadado por la inusual [al menos para mí] acotación me limito a agradecer, y en ese segundo surge la idea de una mentira, a lo cual exclamo que vengo de una marcha del orgullo gay. Ella empieza a reirse y yo, tratando de ser lo más convincente posible, mantengo mi seriedad y le pregunto de qué se ríe, qué era lo que le hacía gracia. Se limitó a decirme (medio excusándose) que de todos modos todos somos hijos de Dios.

Cuando parecía que mi mentira era lo suficientemente verosímil, la chica me preguntó dónde había sido y qué se reclamaba... pero con una velocidad tal que la intención de ver si era cierto lo que aseveraba, era totalmente palpable. Inmediatamente me doy cuenta que mi improvisación naufragó, y me deschavo en que estaba inventándolo todo.

Ella, de todas maneras, siguió con envión y me dijo: "igual... Dios llega hasta donde empieza la voluntad del hombre, ¿no te parece?"

Sonreí, agradecí y partí rumbo al 60 semi rápido, con el dulce sosiego de saber que si Dios existe, vale la pena agradecerle que nos permita cruzarnos con personas tan maravillosas. La próxima vez aprovecharé la ocasión (si es que se me da) de quedar en contacto con un ser humano tan interesante como este.

4 comentarios:

Ignacio Martín dijo...

Ante una situación semejante (aunque no recuerdo cuándo fue la última vez que me sucedió algo así), no puedo dejar de sentir unos celos aplastantes y -si bien ridículos- genuinos, pues es muy probable que ella actúe de ese modo con todo el mundo (más específicamente con todos los demás hombres), con lo que nosotros no seríamos en realidad más que piezas intercambiables, indiferentes, prescindibles. Desde luego que ésa es -ni más ni menos- que la pura verdad, pero qué injusto que ella -al contrario- no sea para nosotros una más, una del montón.

Leandro Astier dijo...

Sí, es una forma de vivir de muchas formas. Es tener la capacidad de subir a la inmortalidad del recuerdo a alguien, y a la vez tener el poder de que sea más efímero que un gas intestinal (por no decir pedo); y junto con ese poder, la impotencia de tener una existencia en la memoria de otros, o no poder vivir más que unos segundos.

Francis dijo...

Hola muy lindo el blog nos vemos

Catnip dijo...

Acepten las cosas como lo que son, ni más ni menos... Si le dijo eso mismo a mil más no importa, poruqe en ese momento te lo estaba diciendo a vos ;)