viernes, 7 de diciembre de 2007

El valor de la belleza, y el costo de condescender al fascismo estético

El miércoles pasado viajaba en el 60, rumbo al trabajo. Dos paradas después de haber subido, paga el boleto una chica, que a primera impresión me pareció linda. La fiché como se ficha a todo el que sube al colectivo, y saqué la conclusión rápido. Luego, vi que tenía en la cara un lunar que no cuadraba con su belleza en general. Inmediatamente, traté de imaginar la vida de la chica... era linda, sí, pero el lunar era como una barrera que dificultaba la plena explotación de sus cualidades físicas.

La ví, en mi imaginación, gozando de los beneficios de un mundo donde la apariencia física vale es lo más importante, y tal vez lo único que se tiene en cuenta, en muchísimas ocasiones. Aunque la veía como una beneficiaria, el lunar era una especie de karma, por el cual seguramente había sido discriminada por hombres demasiado superficiales como para soslayar esa marca en su cara.

Como si me leyera la mente, luego de una parada de colectivo la veo acercarse al chofer, y pedirle en un trayecto de 6 o 7 cuadras sin parada, que le frene, para dejarla cerca de un lugar que le evitaba la molestia de caminar más de lo que creía debido. El chofer, por supuesto, aceptó muy cordialmente, frenó y la hizo bajar en un cruce de vía de tren donde NO correspondía.

Llegué iracundo, por dentro, al trabajo. Creí muy injusto, y una gran traición propia el quedarme en el molde, en atribuir esa acción a un gesto de cortesía limpio y despojado de toda connotación sexista... pero no. Lo primero que hice fue buscar el número de la CNRT (comision nacional de regulación del transporte), llamé, e hice la denuncia.

No estaba más conforme, ni contento, ni satisfecho, sólo un poco más tranquilo. No demasiado. Pero lo hice no por bronca al colectivero, ni a la empresa, sino como una mojada de oreja al uso indiscriminado de la belleza como vehículo de beneficios.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Formas de construcción de la verdad

Patti Preso.

Ahora... ¿qué tiene que ver esto con el titulo del post?

Tiene que ver con que es una buena ocasión para preguntarnos... ¿la justicia es un medio para llegar a "la verdad"? -vamos a suponer que existe, sin poner en duda qué cuernos significa y representa-. La respuesta: no. Algo de lo que recuerdo de Foucault, con la lectura apurada de "la verdad y las formas jurídicas", es que el concepto de verdad está muy ligado al poder, y poder significa establecer la verdad, la cual se afianza y legitima mediante este invento que es la justicia (invento no en el sentido peyorativo).

Por lo tanto, caemos en que Patti se ve enredado en todo este entramado entre poder, justicia, verdad, y la saracatunga habida y por haber, independientemente de que el tipo haya o no torturado. Dar lugar a la duda de si esta justicia afín al poder de turno establece la verdad más cómoda para el sistema, le quita fuerza al hecho de juzgar a un tipo que -según mi criterio- torturó, mató, robó, tanto a particulares como a la sociedad escobaerense en su conjunto en su gustion como intendente.

Entonces... ¿adónde ir? ¿Cómo intentar contruirnos una idea del asunto? Yo, si se quiere, tengo una solución esbozada, pero es sólo válida para mi caso, o con un poco de suerte, para los residentes en el partido de Escobar.

Mi forma de plantarme con mi conciencia con respecto a esto, es basándome en un partido como el de Escobar (más que nada en Belén) donde hay arrastrados gusanos seguidores de Patti que se dicen "fieles soldados de Luis" -el uso del nombre recuerda a la mafia-; donde cuando hasta los mismos conocidos de Patti jocosamente y a manera de cuchicheo, de secreto, afirman que el tipo torturó, contándolo como si fuera algo indecible (no sé si habrá otro lugar más cuchicheador que Escobar); donde hasta en los mismos círculos de chupamedias se mencionan las chanchurreadas del tipo y de los hijos, así como el robo a dos manos de guita durante la intendencia; donde hay testimonios (siempre entre casa, todos, en Escobar está prohibido hablar en voz alta, parece) de muchos habitantes de Belén de Escobar sobre todo que fueron testigos o víctimas de los boleos en el orto o los palazos de Patti, aún siendo púberes o adolescentes en la época.

Quizás me equivoque, y no tenga nada de razón, como bien puede ser, pero mi justificación es menos endeble que aquella que dice "sí, tiene pinta de hijo de puta, seguro que sí" o "claro, la cana estuvo en el baile también".

Todo puede ser chusmerío de barrio, mentiras, sí. Pero creo que uno es más sincero frente a un grupo de conocidos, haciendo sobremesa, que frente a un juez, donde sea esclavo de sus palabras, con el riesgo de que un tipo tan pesado como este tenga elementos para matarte a vos, tu familia, tu perro y cogerse a tu abuela.

(Sí, me chafé la imagen del sitio de h.i.j.o.s)

Murieron dos sobrevivientes de Cromagnon

Me enteré de esta noticia leyendo diarios por Internet. En los noticieros no lo ví, y si salió, no tuvo mucha difusión que digamos. Hubiera adquirido más notoriedad si hubieran esperado 20, o 25 días más para morir, estando cerca del aniversario.

No quiero dar mi opinión sobre el caso Cromagnon, solamente limitarme a exponer una idea con respecto a uno de los recientes fallecidos. Sus nombres eran: Cecilia Balcarce, de 19 años; y Augusto Landei, de 24 años. Balcarce murió por problemas vinculados al monóxido de carbono. En cambio, Landei (que es el que me interesa), se suicidó, y lo hizo "al no poder seguir soportando la indiferencia de la sociedad en todos sus aspectos" -según un comunicado de familiares de las víctimas-.

Ahora digo yo... la indiferencia no es ninguna novedad. Lo irónico es que el divorcio que se produce al haber indiferencia, entre todos los integrantes de la sociedad, está tan pero tan reiterado, que podría haber unidad entre víctimas de la indiferencia... ¿se capta la idea?. Es como un montón de clavos oxidados con un imán en común.

Sin ánimos de ser ofensivo, este pibe se mató por lo que le pasó, no por la indiferencia de la sociedad. La indiferencia existía desde antes que le pasara nada, sólo que tuvo que haber un detonante para que se diera cuenta de la real dimensión del ignorar al otro.

Link a la noticia en infobae (me pareció didáctica la diagramación, con negritas y todo)